Hace un mes, tras la lectura de mi post “El poder de la comunicación”, uno de mis lectores compartió una reflexión que me hizo cuestionar cómo nos comunicamos en el mundo actual. En esta reflexión, se refirió a los «killers» de la conexión, un término que arroja luz sobre los obstáculos que enfrentamos al intentar establecer una comunicación genuina y auténtica.
El profesor Miguel Ariño del IESE, en un artículo reciente, planteó una verdad incómoda: si una empresa tiene que afirmar su honestidad, ¿realmente es honesta? Esta observación me invita a considerar que nuestros actos comunican mucho más que nuestras palabras y que la autenticidad se demuestra a través de nuestras acciones diarias y no mediante promesas vacías.
Uno de los mayores «killers» de la comunicación es la falta de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Las palabras pierden su poder cuando no están respaldadas por acciones consistentes, y la confianza, piedra angular de cualquier relación, se desvanece cuando nuestras acciones no están alineadas con nuestras palabras.
Además, de la coherencia, la empatía y la escucha activa y con atención juegan un papel muy importante en la comunicación efectiva, pues la comunicación requiere de comprensión, consideración y una atención honesta sobre lo que se escucha. La incapacidad para ponerse en el lugar del otro y la falta de escucha activa crea una brecha que dificulta la comprensión mutua y lleva a malentendidos y conflictos innecesarios. Esto puede ser letal, creando barreras insuperables en la comunicación.
Debemos, por tanto, esforzarnos por ser coherentes entre nuestras palabras y acciones, practicar la empatía, y comprometernos con la escucha activa. Solo entonces podremos construir conexiones significativas y auténticas en un mundo donde la comunicación genuina es más valiosa que nunca.
Un abrazo.