
Vivimos una época en el que hay una extraño interés por desacreditar el enorme valor que tiene el esfuerzo. Con muy poca frecuencia se lee y o se oye hablar de la importancia que tiene el ponerse en acción y trabajar durante horas y horas para el logro de grandes metas.
Es como si, de alguna manera, se quisiera despojar a las personas jóvenes y no tan jóvenes, de la facultad de crecer desde su capacidad de darlo todo con el objetivo de ser mejor y más exitoso, cuando en realidad, personas, equipos, empresas, sociedades que no se esfuerzan están destinadas al fracaso.
El esfuerzo nos enseña que podemos dar mas de lo que pensamos, además aumenta la confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades, incluso nos ayuda a ir más allá de nuestros límites, expandiendo nuestras habilidades y capacidades.
Esforzarnos a la hora de hacer realidad nuestras metas, individuales o compartidas, trae enormes beneficios y aumenta nuestra destreza, incrementa la confianza en nosotros mismos y nos mantiene enfocados en el éxito. De nosotros depende dar el máximo en lo que hacemos y en ello está la posibilidad de abrazar el éxito en lo que anhelamos.
«El esfuerzo es el puente entre el deseo y la realización»